La familia de los delfines y de las ballenas, los cetáceos, es mucho más antigua que la de los hombres; cuenta más de doce millones de años. La vida animal se desarrolló abandonando los océanos para invadir la tierra. Los estudios de la evolución, concretamente mediante la embriología y el análisis óseo, han conducido a los investigadores a una conclusión muy interesante: los delfines fueron animales terrestres que continuaron su evolución regresando al agua. Los mitos griegos y romanos refieren numerosos encuentros entre los hombres y los delfines. Ayudaban a los pescadores en su trabajo, salvaron a numerosos marinos de ahogarse y establecieron relaciones amistosas con los humanos.
En Grecia se consideraban a los delfines con respeto y veneración como símbolos divinos de la fuerza vital del mar. La palabra delfín está estrechamente relacionada con la palabra griega delphis, que significa el regazo, la matriz o el cuerpo materno. Según la leyenda, el célebre Oráculo de Delfos se remonta a Apolo, el dios de la luz, de la razón y de la cultura, que quiso reemplazar el antiguo oráculo de la madre tierra, Gaia, por el suyo. Gracias a su victoria en el combate que le oponía al delfín monstruoso, obtuvo las energías de los delfines, pudo adoptar su forma desde ese momento, y recibió además el nombre de Delphinios, “el Dios Delfín”.
Su templo erigido en Delfos se convirtió en un lugar muy reputado por sus predicciones. Eros, el dios del amor, era conocido por cabalgar sobre los delfines. Enalos saltó al mar para reunirse con su amada Phineis, que había sido sacrificada por una palabra del Oráculo, ambos fueron salvados por un delfín. Arion, un maestro de los sonidos, capaz de exorcizar las fuerzas divinas, también fue salvado de ahogarse por un delfín. Durante un viaje, amenazado por ladrones, saltó por la borda y un delfín le condujo sobre su lomo hacia su rey. Por ello, Júpiter elevó al delfín hasta el cielo y le ofreció nueve estrellas, que desde ese momento formaron la imagen del delfín. En el culto de los muertos de la antigua Grecia, los delfines desempeñaban una función importante. Su trabajo consistía en conducir las almas de los difuntos a la Isla de los Bienaventurados, el país de los muertos.
Todos esos mitos y leyendas son testimonio de la buena voluntad y la amistad entre los delfines, los dioses y los humanos, con quienes nadaban en el mar o a los que salvaban de los peligros marinos. Los delfines siempre estaban dotados de cualidades positivas: inteligencia, belleza, alegría de vivir, armonía, fuerza, libertad, amor por la música, fidelidad y lealtad. Eran sagrados, considerados como dioses del mar y gozaban de gran respeto. Cualquiera que hubiese matado voluntariamente a un delfín debía pagarlo con su vida. Existen referencias de un culto a los delfines que ya existía en la época dórica, en los años 700 a.C. En otros tiempos, los chamanes del Archipiélago Polinesio entraban en contacto con los delfines mediante el trance, para obtener buena pesca. Los pescadores indios del Amazonas utilizaban un método de pesca con su ayuda, que aún se practica en nuestros días en Brasil.
En los pequeños pueblecitos pesqueros de La Laguna los pescadores colaboran con los delfines. Tal como se cuenta, la iniciativa corresponde siempre a los propios delfines. Mediante sus maniobras de inmersión, indican a los pescadores el momento de lanzar las redes y empujan a los peces hacia la costa, a las redes de los pescadores. Los hombres dan nombres a los delfines y el ambiente es amistoso y alegre. Los Imrage de África Occidental y los Tártaros de Crimea también utilizan esos métodos de pesca. Los primeros habitantes deAustralia, los aborígenes, se consideraban responsables del bienestar de la tierra, pues ella los alimentaba. En el Norte de Australia, había un pueblo que se denominaba “el pueblo Delfín”, siendo el delfín su animal tótem. Los chamanes de ese pueblo se comunicaban telepáticamente con los delfines; estaban convencidos de que, debido a sus vínculos con esos animales, su propia supervivencia dependía de la de los delfines.